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GHASSAN SALIBA

Associació Catalunya-Líban



Oriente Medio ha sido desde hace muchos años un foco de tensión y guerras, el mundo árabe ha sido el objetivo prioritario de todas las potencias coloniales y neocoloniales, de ingleses, franceses y actualmente EEUU. El objetivo siempre ha sido dominar esta zona, por su importancia estratégica (el cruce de tres continentes, Asia-Europa-África), y por la riqueza energética. Los intentos de dominación han sido de diversas formas y los protagonistas son varios: regímenes dictatoriales, regímenes títeres, constitución del estado sionista de Israel, divisiones entre países árabes y divisiones internas en cada país árabe, intervenciones militares directas y, en su forma más descarada, la guerra contra Irak.



Los objetivos norteamericanos se resumen en dos expresiones: “nuevo oriente medio” y “la anarquía constructiva”. Estas dos frases expresan realmente los objetivos de la actual política norteamericana en la región: provocar guerras, divisiones, desmembramientos de los estados árabes, estados divididos y enfrentados étnicamente y confesionalmente, en fin, nuevas fronteras al servicio de los intereses de EEUU y del Estado Confesional más potente en la región, Israel. Es la anarquía para “construir” un nuevo oriente medio. El ejemplo más reciente de esta política, es la situación dramática que sufre Irak. El peligro de una guerra civil en Irak es el fruto de la política de EEUU que alimenta los atentados entre diferentes religiones a través de grupos extremistas. No es casual que Al Kaida se instale en Irak de forma paralela a la entrada y ocupación del ejército norteamericano. La mayoría de los iraquíes son conscientes de que estos grupos obran al servicio de los intereses de EEUU y de la política de Bush. En este “nuevo oriente medio”, Israel tiene el papel de ser la única potencia regional, a nivel militar y a nivel económico, por ello, tiene luz verde para estar por encima de la legalidad internacional, y total impunidad; lo demuestra la historia del conflicto árabo-israelí (la ocupación de Palestina, la ocupación de los territorios de los países árabes, la invasión del Líbano, las matanzas contra los pueblos de Palestina y el Líbano) y también que es el único país de la zona que puede poseer tecnología y armamento nuclear. Es la política constante de EEUU en la zona, según el contexto internacional y regional, a veces con métodos suaves, y otras con más dureza y más fuerza. En la actualidad vivimos la forma más dura de la agresividad norteamericana. Así es, en Irak, así es en Palestina, y así es en el Líbano, y también contra Siria. El objetivo es liquidar y cercar cualquier foco de resistencia a sus planes de dominación de la región.



En ese contexto regional analizamos la situación en el Líbano desde 1948 hasta la actualidad. Desde la ocupación de Palestina, las agresiones y las invasiones contra el Líbano por parte de Israel han sido continuadas, provocando guerras civiles internas y una desestabilización del estado libanés que ha impedido un desarrollo político democrático y laico, y también un desarrollo económico que pueda competir o disminuir el papel dominante de Israel en la zona.



La historia de las agresiones israelíes suma ya 60 años desde 1948, con la ocupación de una parte del territorio libanés (17 aldeas) de la que actualmente nadie habla, los ataques continuos y bombardeos contra los pueblos fronterizos del sur del Líbano, la invasión de 1978, la invasión de 1982, y la violación permanente del espacio marítimo y aéreo del Líbano. Toda agresión y ocupación tiene su otra cara, frente a cualquier acción existe la lógica de la reacción, y en ese sentido el pueblo libanés, sobre todo la población del sur del país, tiene una larga tradición de resistencia. En los años sesenta, los comunistas libaneses crearon “la Guardia Popular” para defender las aldeas fronterizas del sur, en los años setenta “Al Ansar” los partisanos, y en 1982 “el Frente de Resistencia Nacional contra la Ocupación Israelí” que ha conseguido liberar a Beirut, la montaña del Shuf, una parte importante del sur del Líbano y hacer fracasar los intentos de “acuerdos de capitulación” entre los gobiernos del Líbano e Israel. A partir de 1992, a raíz de los cambios a nivel internacional y los cambios regionales, que han llevado al Acuerdo de Conciliación Nacional “El Taif” con la bendición de EEUU, de Siria y de Arabia Saudita, se estableció un bloqueo y cerco contra “el Frente de Resistencia Nacional Libanesa”. Surge entonces la resistencia islámica de Hezbollah con el apoyo especialmente de Irán, y Siria como intermediaria. En total esta resistencia con todas sus formas y sus colores ha conseguido por vez primera en la historia del conflicto árabo-israelí liberar una tierra ocupada sin condiciones. Esta resistencia continuada y de sacrificio ha creado una cultura de resistencia popular, amplia, y no sectaria. La liquidación de esta resistencia enraizada en la población, de esta resistencia como un ejemplo revolucionario para otros pueblos árabes, fue y es el objetivo permanente de EEUU y de Israel.



La historia del conflicto árabo-israelí ha demostrado que Israel nunca ha aplicado una coma de las resoluciones de la ONU, ni en la cuestión de Palestina, ni en la de los territorios árabes ocupados (el Golan y otros), ni en el tema de los presos palestinos, libaneses y árabes de otros países. Actualmente más de 10.000 palestinos son presos en Israel, de los cuales 1000 son menores. ¿Qué ha hecho la comunidad internacional? Nada. En cambio, todo el mundo se preocupa por el secuestro de 3 soldados israelíes en tierras ocupadas (1 soldado en Palestina y 2 en el Líbano). Sin embargo, cinco presos libaneses se encuentran en Israel, alguno desde hace ya 30 años, como es el caso de Samir Kuntar que sufre de una enfermedad grave a raíz de una bala en el pulmón; ni la ONU, ni la comunidad internacional se ha preocupado de liberarlos (por cierto, no son presos de Hezbollah, sino que tres de éstos son comunistas). Una parte del territorio libanés sigue bajo ocupación israelí (las granjas de Shebaa y Kfarchuba), y el gobierno israelí se negó a entregar al gobierno libanés el plano de las minas que sembró en el sur del Líbano. Estas minas provocan diariamente la muerte de civiles y sobre todo de campesinos. Para resolver esto, la comunidad internacional tampoco ha hecho nada. Ante cualquier intento de condena contra Israel, siempre existe el veto de EEUU. De todos modos, Naciones Unidas nunca fue capaz de imponer y exigir a Israel la aplicación de sus resoluciones. La historia ha demostrado que sólo con la resistencia se puede imponer y exigir el cumplimiento de los derechos.



EEUU e Israel llevan tiempo actuando para la liquidación de la resistencia y para dominar el Líbano. Los sucesivos asesinatos de políticos y periodistas libaneses, la tensión contra Siria, las presiones a través de algunas fuerzas políticas libanesas para el desmantelamiento de la resistencia, la tensión interna del Líbano, etc. han sido preparados y organizados por EEUU e Israel; contando con actores internos en el Líbano pero sin haber obtenido resultados. Al contrario, los grupos políticos afines o actores directos de estos planes fueron debilitados y no fueron capaces de llevar a cabo esta misión de liquidar la resistencia. Ante este fracaso de los actores internos, es cuando Israel y EEUU planean una gran ofensiva militar contra el Líbano, con el cálculo de que en pocos días pueden liquidar la resistencia, y que con las matanzas contra civiles y la destrucción sistemática de infraestructura pueden provocar un rechazo popular a la resistencia y/o una nueva guerra civil. EEUU, Inglaterra y algunos países árabes no sólo han dado luz verde a Israel, sino que van más allá, formando parte de la agresión. Cuando EEUU rechaza el alto al fuego “porque es una oportunidad para imponer un nuevo oriente medio”, cuando Inglaterra y Francia hablan de “la legitimidad de defensa para Israel” o cuando Arabia Saudita y Egipto culpan a la resistencia acusándola “de aventureros”, cada uno tiene su responsabilidad en el genocidio contra el pueblo libanés.